Elisabetta Renzi nace en Saludecio (RN), en Romaña, el 19  de Noviembre de 1786. A los 5 años se mudó con su familia a la cercana ciudad de Mondaino. Su familia  y el monasterio donde es educada son las fuentes de su espiritualidad.

Entre las tantas voces que le resuenan a su alrededor, reconoce aquella inconfundible de Dios: “Ven y Sígueme”. Ella se siente irresistiblemente atraída, está entusiasmada: “Dios me hace tantas ofertas… tengo un fuerte deseo de hacer el bien… para la gloria de Dios… en la casa de Dios!…”.

Ingresa al monasterio agustino de Pietrarubbia (PU), pero debido a las represiones napoleónicas de 1810 se ve obligada a abandonarlo y regresa a su familia.

Despúes de un tiempo de espera, de incertidumbres y esfuerzos, la voluntad del Señor se manifiesta a ella que está en actitud de escucha: la espera en Coriano  para ayudar a un grupo de señoras dedicadas a la educación de las niñas. Es el año 1824.

Poco a poco, Elisabetta se convierte, en el alma de un estupendo marco de iniciativas, todas ellas destinadas a la educación humana, moral y cristiana de la juventud.

Favorecida por el Señor que le concede conocer 12 horas antes de la hora de su muerte, termina su vida terrenal el 14 de Agosto de 1859 a las 8:30 a.m.

En Coriano se escucha una voz unánime: “Ha muerto una santa!”