Pietrarubbia “está construida sobre una roca de piedra muy fuerte de color rojizo por el cual obtuvo el nombre de Pietrarube y esta es su Etjmología”. La tierra rojiza, casi oxidada, más que la robbia, planta con corolas rosadas muy frecuentes en la zona, da el nombre a este lugar, caracterizado también por algunos espolones conglomerados naturales colocados en la parte superior que distinguen el paisaje: “Sobre Pietrarubbia se ve una roca alta como una torre alta sobre una roca elevada, todo de piedra giottolina, junto con Maestre Natura, que se dice Pietrafagnana, lugar memorable por el pasaje que hizo San Francisco el cuál predicó en la contigua asamblea que se llama bolognino” (PAGuerrieri, La Carpegna embellecido, 1667). La torre es todavía en parte visible, pero hasta hace unos años era mucho más alto y “habitado” por un águila. Llegando a la vieja aldea de Pietrarubbia, de la que recientemente se han restaurado algunas casas y una torre, se ven a la izquierda de la calle algunos restos de las murallas y de la estructura del Monasterio donde Elisabetta Renzi vivió algunos años con la intención de hacerse monja. En 1807 o 1808 cuando Elisabetta llegó a la pequeña aldea, el lugar estaba mucho más habitado que hoy: ya de lejos se vislumbraban los restos del castillo sobre la cresta, la aldea habitada por varias familias y las murallas del Monasterio con la iglesia contigua. Incluso en las cercanías eran mucho más numerosas que hoy las casas de campesinos que cultivaban las tierras de la zona o criaban el ganado. La economía del territorio se basaba en la ganadería, en los cultivos propios de zonas de montaña, y fue un lugar importante de mercado, con importantes intercambios comerciales. La aldea en los siglos después del Mil y hasta los comienzos del s. XVI tuvo vida floreciente, con un rico artesanado, basado, sobre todo, como nos refieren los antiguos testimonios, en la elaboración del hierro con muchas tiendas artesanales especializadas, cuyos productos llegaban hasta Roma, donde las tijeras de Pietrarubbia eran muy apreciadas. Probablemente ya desde finales del siglo XVI y principios del siglo XVII comenzó el declive económico y demográfico del pueblo debido a diversos factores, tanto internos (con variaciones climáticas que pusieron en crisis los cultivos con consiguientes carestías) como externos (con la evolución de la artesanía en la incipiente industria italiana). La población en 1591, año en que se registra el ápice demográfico, era de 517 habitantes, constituida por quienes vivían en la aldea, en el campo o en pequeñas aglomeraciones. En 1823 las familias que vivían cercanas al ya suprimido monasterio se habían convertido sólo en cinco (cf. G.Gardelli, Studi Montefeltrani 22/2001). El camino no seguía el recorrido actual, pero al llegar al pueblo bordeaba las murallas del monasterio, como se puede ver en el mapa:
Pietrarubbia, sec XIX

Sobre el litoral rocoso que conecta la aldea con la torre aún existente, desde el siglo XI se levantaba un vasto complejo arquitectónico que en el pasado afectaba casi por entero al alto literal rocoso extendido entre el actual pueblo y la torre antedicha, el extremo sur del castillo. La torre acaba de ser restaurada y tenía que ser más alta. En 1371 el cardenal Angelico define el castillo inexpugnable y muy fuerte, dotado de una roca fortificada con una torre, flanqueada, al menos así parece entender, por otras dos. IEl Guerrero que visita estas tierras en el siglo XVII también habla de una roca “forjada con un diseño artificial del que todavía hoy se ven sus dobles cercados de duplicados puentes levadizos colocados entre horrendos saltos de escombros acantilados y las reliquias de sus puertas con los vestigios de fuertes baluartes, y en el espacio interior se ve el patio con los signos de una amplia y noble cisterna … sin embargo, permanece en pie y entera una torre cuadrada y fuerte en el sitio más inaccesible, y aún se ven partes de otros fuertes baluartes, sobre uno de los cuales está la campana del público y poco abajo está el palacio en el que reside el vicario juez ordinario. El castillo y la roca estaban protegidos por dos muros situados más abajo hacia la aldea y por los escombros inaccesibles a lo largo de los otros lados. Luego continúa describiendo el pueblo de abajo, el que todavía se encuentra al pie de la larga cresta rocosa que sube hacia la torre, citando las casas de la plaza con la iglesia parroquial de San Silvestre y el monasterio de Santa Mónica. La antigua aldea “en la edad pasada estaba muy habitada y llena de varias tiendas de artistas”.


Pietrarubbia
Immagine del 1930.
Son visibles la segunda y tercera torre y otros restos del castillo. El castillo estaba constituido por: Roca formada por: A: torre con valla; B: edificio con funciones defensivas con torre; C: ambiente de forma rectangular; D: torre, debajo: cortina muralla en defensa de la roca; E y F: edificios de grandes dimensiones destinados a vivienda; G: estructura defensiva de planta cuadrangular. Abajo – N: restos del monasterio de Santa Mónica

El monasterio, rodeado por las murallas, tenía en su interior un claustro y también un pequeño huerto, como es costumbre en los monasterios. Todavía se pueden notar tres nueces alineadas pertenecientes al jardín-claustro. La construcción, habitada por las monjas y las educandas, debía ser de al menos dos pisos. También había un pozo, pero colocado en sitio público. La Iglesia del Monasterio, “de buen gusto”, hacía cuerpo con el Monasterio y tenía en su interior un Crucifijo colocado en un ornato grande colocado sobre el altar, crucificado que, al cierre del monasterio, no pudo colocarse en la iglesia parroquial precisamente por sus dimensiones. Tenía un campanario con una o más campanas y un cementerio. A poca distancia de la casa de dos pisos habitada por el Confesor y capellán de las Monjas (de la Descripción de los fondos rústicos y capitales… del 3/07/1818). El Monasterio se elevaba a: “en línea recta no más de 10 pasos y menos de 40 pasando por la calle” (carta del 6 de octubre de 1823, Feretrana I XXXI) de la Iglesia parroquial de San Silvestre y estaba dedicado a San Juan Bautista. Fue fundado en 1400 y era propiedad del capítulo de San Juan de Letrán. No debía albergar a muchas religiosas, pero las afirmaciones que revelan fervor y disciplina muestran el papel del monasterio en la vida del pequeño pueblo. Confirmación significativa y autorizada es la del médico Giovanni Lancisi, que en 1705, describiendo en una carta su viaje de Urbino a Macerata, habla del Castillo de Pietrarubbia, bajo el cual, al aire libre, está aquel célebre monasterio de monjas, las cuales, durante 200 años continuos, han sido sin más defensa del sol, y por ello han sido la maravilla y la edificación de todo el mundo cristiano y la gloria de los duques de Urbino, que sentían cierta complacencia al tener un convento de religiosas, cuyas murallas (como las de Esparta estaban formadas por el pecho de los ciudadanos) fueran construidas por el alma y las mentes tan puras y santas de aquellas vírgenes. En un sitio no obstante tan montañoso allí viven con suma tranquilidad, y desde el Estado Véneto muchas se retiran ahí, con todo que sus entradas no bastan la mitad del año, mendigando de la piedad de los vecinos el resto de la alimentación”. Esta pobreza es señalada también por el obispo de Montefeltro Mons. Juan María Terzi, que define el monasterio de Pietrarubbia: “Muy pobre y colocado en medio de un campo, por lo que se necesita una vocación especial de total soledad y de sufrir todas las molestias, además de la tenuísima tarifa que administra el monasterio”. Alude luego a las copiosas nieves “con heladas atroces y caminos intransitables“. Serán estas, las mismas razones por las que el obispo mons. Antonio Begni desaconsejó la reapertura después de la supresión de 1810. Pierantonio Guerrieri, en sus memorias sobre Pietrarubbia, hablando del monasterio, afirma que tuvo “gran fama y gloria por haber estado trescientos años armado sólo con un cercado de saúco hasta 1615” (Positio p. 20) La vida del Monasterio siguió alternas vicisitudes: en 1611 las monjas eran sólo siete, todas ancianas, y había una sola jovencita para ser monja … junto con dos jovencitas que por enfermedad salieron’ (letra AS PS b.4). A pesar de esto se hizo la petición de poder acoger solteronas por educación. En 1630 se arriesgó a ser cerrado por la Sagrada Congregación, con carta del 3 de mayo, que prohíbe que se vistan monjas en Pietrarubbia, porque se estaba en campo abierto sin clausura y sin tener como sostenerse. Eran 12 y con ellas eran 8 solteronas colocadas en educación. En 1658 eran 16. En 1755 las monjas eran 21, con Corales y Converse. No había alumnas. En 1618 aproximadamente se construyó el muro que rodea el Monasterio (carta del 16/05/1618 Arch. de Stato Pesaro). En 1804 el monasterio recibió de nuevo, después de algunos años de interrupción, las alumnas que debían constituir un apoyo económico, pero daban una orientación diferente a la vida comunitaria. Sobre el espíritu de observancia religiosa, que animaba a las monjas en el momento de la entrada de Madre Elisabetta, el memorial de la visita pastoral de 1807 es un documento autorizado. En él se capta su gran amor a la oración, el deseo de comunión frecuente y el ejercicio de la mortificación, especialmente en la alimentación, a juicio del obispo, “excesivamente restringida“. En 1810 el monasterio fue suprimido por decreto napoleónico y ya no fue abierto por sus malas condiciones. Por eso la comunidad se unió, tras el rescripto de la Congregación de los Obispos y Regulares del 14 de junio de 1816, a las dominicas de San Antonio de Pennabilli, pero bajo la regla de San Agustín, siendo las religiosas ya de Pietrarubbia el núcleo más numeroso. En efecto, en este monasterio, en 1816, las encontramos en número de quince. Las otras fueron orientadas en el monasterio de Montecerignon, porque eran “necesarias para completar el número de las que faltaban”. (Positio p. 24) En 1823, a pesar de la intemperie que había minado su construcción, el edificio estaba todavía en pie y practicable. En 1828 fue adquirido por los Padres de las Misiones de Montecitorio (Roma), los cuales, después de varias negociaciones iniciadas en 1823 con el Capítulo del Laterano, se procedió a su demolición.