de 1791 a 1807 y de 1810 a 1824

En 1791, a la edad de 5 años, Elisabetta se traslada con la familia al vecino pueblo de Mondaino, donde vivió con la madre Victoria, el padre Giambattista, el hermano Giancarlo y la hermana Dorotea.

Este traslado permitió a su padre ejercer mejor la profesión de tasador de activos y administrador de los bienes de familia y de los bienes del monasterio de las Clarisas, situados en esta localidad.

El parentesco y la amistad de Giambattista Renzi con el excelente párroco don Pietro Renzi, ha permitido a Elisabetta crecer en un clima de gran religiosidad gracias tambien a la presencia de diversas instituciones religiosas de prestigio.

Elisabetta regresa a Mondaino al cierre del Monasterio de Pietrarubbia en 1810 y permanece allí hasta su entrada a Coriano en 1824.

Este período se caracteriza por dudas y sufrimientos, y por la búsqueda de la voluntad de Dios sobre ella.

Profundización
En estos años ya difíciles “hechos nuevos contribuyen para hacerle más fatigoso este período de dolorosa espera: en 1813, la única hermana, Dorotea, murió a la edad de veinte años. Este luto incitó ciertamente sobre el alma de los padres, de los hermanos, y, especialmente, de Elisabetta, que había perdido en ella la confidente y el apoyo moral. Además, como hija única, habrá sentido más el compromiso de estar cerca de sus padres.” (Positio p. 24)

Para Elisabetta una caída de caballo se convierte en la señal que el Señor le envía para que vuelva a preguntarse cuál es su designio sobre ella. Se confía a la dirección espiritual de don Vitale Corbucci que “considerando en qué espíritu estaba gobernado su corazón y, al ver sus buenas disposiciones, después de una larga oración hecha por cada uno de ellos, finalmente impulsado por la luz sobrenatural, le aseguró que el Señor la destinaba a la buena educación de las niñas” (Positio p.400) y la orienta hacia el Conservatorio de Coriano. Elisabetta “no tardó en cumplir la voluntad de Dios que se le manifestó por medio de su ministro.

De Coriano regresaba a visitar a su madre en varias ocasiones.


Profundización
Así escribe en algunas cartas al Obispo Mons. Gentilini:
“Mamá me ruega que vaya a visitarla antes de que entre el invierno, pero no sé si Su Excelencia me lo permitirá.” (6/10/1836)
“Mi Mamá hace algún tiempo que me ruega la vaya a visitar, tanto más cuanto que he sabido que en el presente se encuentra poco bien, pero sin el permiso de Su Excelencia no me muevo de Coriano.”(29/05/1837)

Elisabetta colegiala en el monasterio de Mondaino

Aproximadamente a los nueve años de edad, Elisabetta ingresó al monasterio de las Clarisas como educanda, y poco despues recibió la Primera Comunión. Su estancia como educanda tuvo que dejar huellas evidentes en su espiritu y esto, sobre todo, a través de la enseñanza y el ejemplo de las monjas dedicadas directamente a la formación de las niñas .
Ahí Elisabetta comenzó a percibir la presencia de Dios en su vida, ayudada por un “natural afabilisimo” y por la fuerte experiencia de vida Cristiana hecha con sus padres.
Ya desde niña le gustaba estar sola, en silencio, para transcurrir el tiempo con su amado Jesús; amaba crecer en la virtud, tanto que se dice que eligió una compañera con quien competir para ver quién amaba más a Jesús .

Reflexiones de Sor Caterina Giovannini

“Jovencita reflexiva, conociendo la preciosidad del riempo, todos consideraban perdidos esos momentos, que por ella no fueran utilizados o en el actual ejercicio de alguna virtud, o en una estrecha comunicación con Dios: asi pues, el buen padre, Giambattista Renzi, desea confiar su tesoro a las religiosas del monasterio de Mondaino, en el que con mucho gusto fue admitida a la Primera Comunión.
Por aquello que conocemos de ese bendito día, es sabido solo, que, después de haber hecho lo más fervientes halagos y agradecimientos a su Jesús, llena de inusual jubilo que brillaba también en su rostro, Elisabetta besó la mano de los padres conmovidos, beso el habito a la abadesa, y con un aire de paraíso les dijo que desde ese momento respetaran su lengua y veneraran su alma que en aquella mañana había sido sabtificada por el contacto de su inmaculado esposo Jesús”. (Positio p. 499)

Riflessioni del fratello Giancarlo

Así describe Giancarlo a Madre Elisabetta:

“Jovencita se abrió a sí misma en el silencio y en la oración; Elisabetta pasó entre las riquezas de la casa, que la vio nacer, como rayo de luz sobre el oro, y no tomó belleza de las cosas preciosas que la rodeaban, pero las cosas preciosas la hicieron hermosa con su gran bondad y suavidad”. Escribe Elisabetta a su hermano el día 1 de agosto de 1839:
“Querido hermano, no nos miremos demasiado a nosotros mismos. Nos gustaría ver, comprender … Y no confiamos suficientemente en aquel que nos colma y rodea de su caridad. Recojamos todas las luces de la fe para subir en alto, más alto. En el instante de la muerte, como en la extrema frontera que nos separa de la otra vida veremos y comprenderemos la gran realidad de las cosas.” (Positio p.185)